En cuanto me levanté lo llamé. La culpabilidad me estaba matando.Tardó un poco en responder, pero en cuanto lo hizo parecía acabar de levantarse. Me sentí aún peor, sabía lo importante que eran para una persona que trabaja de noche las horas de sueño. A pesar de la voz cansada, se notaba cierto tono de preocupación. Le pedí que nos viésemos cuanto antes, esa tarde a poder ser, o incluso antes. Oí cómo se levantaba de un salto y me decía que estaría en mi casa en media hora.
Éramos prácticamente mejores amigos, y aunque nos habíamos declarado el uno al otro el mes anterior, nunca había ido a más. Él lo llevaba con naturalidad y yo también.
Tal y como dijo, en apenas 20 minutos llamó a la puerta de mi casa. Le abrí y le dejé pasar. Nos sentamos en el sofá y me miró, aún más preocupado. Entonces me fijé en él. Parecía más cansado de lo normal, y aún así había acudido a mi llamada sin dudarlo. ¿A qué hora había vuelto de trabajar hoy? ¿Podía ser que acabase de llegar cuando llamé?.
-¿Qué tal ayer? - preguntó. Siempre tan atento... sabía que la noche anterior había salido con mis amigas y que por eso no había podido ir a verle.
Asentí sin mirarle a los ojos directamente. La vergüenza podía conmigo. ¿Cómo explicarle lo que sentía? ¿Cómo hacérselo ver sin provocar un distanciamiento?.
-¿Qué te pasa? Me estás asustando - confesó.
No dije nada, aún estaba aclarando mis ideas. Él suspiró, pasándose la mano por la nuca incómodamente. Valoraba que no presionase a hablar.
En realidad no sabía qué era lo que necesitaba realmente. Nunca me importó que no hubiera nada entre nosotros, aún sabiendo lo que sentíamos. Cuando quedábamos todo era muy normal, paseábamos, nos gastábamos bromas... y ya. Tampoco me atrevería a pedir mucho más.
Salvo aquel día.
-Bésame - murmuré.
-... - no parecía haberme oído, porque mantuvo su expresión. - Espera, ¡¿qué?!.
Me ruboricé al pensar de nuevo en lo que acababa de salir por mi boca. él me miró en su asombro. Deseé saber qué pasaba por su cabeza, si aquello forzaría la situación, sí, además, podía suponer que él se sintiera incómodo conmigo. Supuse que se merecía una explicación.
-Ayer... - comencé, pero callé al instante. Él me miró expectante. - Verás, ayer, en un momento dado acabé llorando en una esquina y... no sé... Taehyung vino a consolarme y... nos besamos...
No podía describir la expresión de su cara en aquel momento. Una mezcla de dolor, traición y enfado me taladró cuando me miró, directamente a los ojos. De pronto, suspiró, mirando ahora al suelo.
- Me gustas mucho, lo sabes, ¿verdad? - su voz sonaba aún más cansada, desesperada tal vez. Yo cerré los ojos con fuerza. - Pero... nunca he hecho nada para demostrarlo. No puedo pedirte fidelidad ya que... realmente no somos... nada... - Esas palabras se clavaron en mi corazón con todo su peso. - ¿Te gustó el...?
-No... - murmuré. Me miró como si no lo creyera. - De verdad. - Repliqué.
-Hyemi - su voz, dulce, envió escalofríos por todo mi cuerpo - Se sincera.
-Que no - insistí. - Es decir, a mí... yo... - me puse nerviosa bajo su mirada juzgadora. - ¡¿Por qué me haces esto?! Sabiendo lo que siento cómo puedes venir a pedirme explicaciones. Podía no haberte dicho nada y seguir con esta farsa que tenemos tú y yo.
-¡No me jodas, Hyemi! - lo miré sorprendida, nunca antes me había levantado la voz, ni mucho menos despotricar delante de mí. - Te digo todos los días que me gustas, a cada oportunidad te abrazo. Eres tú la que se ha liado con cualquiera cuando no estaba.
Le di un bofetón para calmarlo. Las lágrimas ya caían por mis ojos. Él, viendo el efecto de sus palabras intentó consolarme como pudo. Me rodeó con sus largos brazos y, aunque intenté zafarme a ellos, consiguió ganar aquel forcejeo.
-Yo... te necesito... de verdad - murmuré llorando. - Y necesito saberlo. No puedo seguir así. No quiero a Taehyung, no lo quiero. Lloré porque esta situación supera mis capacidades. Pensé que podría soportarlo, que podría seguir con una relación de amigos, ya que al fin y al cabo seguiríamos juntos. Pero no puedo, no puedo y lo siento.
-No... yo lo siento - susurró él, alzando mi barbilla para obligarme a mirarlo. Me sorprendí de tenerlo tan cerca. - Soy un capullo, no hago más que cagarla, y aún así sigues aquí - había verdadero dolor en sus ojos. - Yo también te necesito.
Con esa confesión, se inclinó sobre mí sin dudas y plantó sus labios sobre los míos.
Me sorprendí tanto que mi primer instinto fue empujarlo, pero él no me dejó. Me rodeó ágilmente con sus brazos, posicionándonos más cómodamente sobre el sofá. Se puso sobre mí y continuó besándome, acariciando mi mejilla a la vez.
Cuando nos separamos me miró a los ojos y me dedicó una dulce sonrisa. Él rió, acariciándome el pelo con ternura.
-Te quiero de verdad, Hyemi. - Confesó entonces, trayéndome contra sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario